Este pasado 8 de diciembre y por primera vez en 150 años, el Senado decidió abrir las rejas de la sede santiaguina del Congreso Nacional para permitir una conmemoración ciudadana, masiva, del incendio de La Compañía en el lugar mismo donde fallecieron más de dos mil mujeres en 1863. Todos ustedes lo hicieron posible con cada libro que sacaron de la librería, con cada reseña, con cada reel, con cada conversación en el almuerzo de domingo o en la oficina sobre esta tragedia desconocida. Su entusiasta boca a boca sobre la novela llegó a los oídos adecuados, facilitó permisos inéditos y unió voluntades de autoridades clave en tiempo récord. Cerca de 1.500 personas llenamos los jardines ese domingo, demostrando que si cambiamos el relato, cambiamos la historia. Pusimos nombres y apellidos silenciados en ramos de flores y gritamos al viento que no fue culpa sólo de los vestidos. También dijimos “Nunca más sin nosotras”, porque el revisionismo histórico es un derecho ganado al que, como mujer, no voy a renunciar, y como escritora lo voy a ejercer, en cuanto tema pueda, cuantas veces pueda.

¿Participaron del #8D, ya sea en Santiago o simbólicamente desde regiones? La redignificación de las víctimas fue un logro colectivo a través del arte. Mercedita estaría orgullosa.
No pudimos salvarlas del fuego, pero las hemos salvado del olvido.

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